22 ene 2014

Prendas raras e incómodas: Lady Gaga, sujetadores... (Pregunta Random del Mes I, humor)

Este es un mensaje para todos los diseñadores del mundo… bueno, tal vez en realidad no. Tal vez es que me aburro y, como han señalado algunos de mis amigos, tengo una forma extraña de divertirme. Esta forma consiste en cuestionarme una duda relativamente rara y dar la chapa a todos mis contactos de whatsapp y a todas las personas que veo normalmente hasta que me responden algo. Lo llamé «pregunta random de la semana», pero al parecer la gente no entiende lo de «random» ni lo de «semana» (porque nunca hago preguntas todas las semanas del mes). Random, amigos míos, es «aleatorio, fortuito, al azar, sin rumbo, inesperado», escojan la traducción que más les guste.
Como más de cinco personas, espero que intrigadas, me dijeron que podía hacer una recopilación de respuestas, pues allá voy (relajación que son anónimas). Puedo estar a favor o no de las respuestas, tal vez sí, tal vez a ratos (déjame, hoy quiero ser reticente). La cuestión es que hay algunas que no tienen desperdicio. Y otras que nos pueden hacer reflexionar un poco.
Y LA PREGUNTA ES:
«¿Cuál te parece la prenda de ropa más rara y cuál la más incómoda?».
INFORMACIÓN SOBRE ENCUENTADOS:
Españoles de varias comunidades autónomas y ciudadanos de  Estados Unidos, Bélgica y Alemania. Todos entre 19 y 50 años.

  1. Prendas más raras.
Lo más curioso de esto es que tres personas respondieron sin pensárselo: «¡Lady Gaga!». Es más, alguna especificó que «cualquiera de sus modelos». Lo primero que se me vino a la cabeza fue el vestido de carne, pero, espera, que recordé que hay muchas chaquetas de cuero. ¿Y con qué se hace cuero? Sí, con piel de animal. Una vez (otrora, antaño, no me juzgues) alejé a un amigo para que no me diera un abrazo diciendo: «Vas a abrazar la piel de una vaca, ¿qué te parece eso?». En realidad, por lo tanto, no veo demasiada diferencia entre carne y piel. Prefiero escoger el que se hizo con muñecos de la Rana Gustavo, que no tiene pérdida.
Lady Gaga va seguida de cerca por los sujetadores (¿te acabas de imaginar a Gaga perseguida por sujetadores? Lo siento, el del vídeo de Applause sí que es siniestro). Dos personas me dijeron que eran raros. No entiendo muy bien en qué sentido.
Sigamos con las máscaras de esquí con las que solamente se ven los ojos, que viene a ser como pasamontañas (y por eso lo junto con esto). No me niegues que, al menos, no son inquietantes. Sobre todo si te topas con un esquiador que tiene unos ojos expresivos y da la impresión de que tiene mirada asesina. Saldrías corriendo.
Todas las demás opiniones son únicas. Tenemos botas de esquí (piénsalo, es un calzado que por sí solo no te sirve de nada, como dice su nombre necesitas un esquí) y calcetines con la forma de los dedos, los que te los tienes que poner como si fueran guantes. Si lo piensas, no tiene una función, porque la gente no suele utilizar los dedos de los pies (hay excepciones, sí).
Las playeras de leopardo con plataforma son calificadas de rara, como los zapatos de tacón. ¿Vas a acordarte de los zapatos de tacón? Luego hablaremos de ello, y no en el sentido de arma arrojadiza o atraviesa-pies que tiene.
Los leggins «purpurinosos» o con dibujos también son nombrados, junto a las medias color carne. La persona se cuestiona para qué sirve una prenda de ropa del color de tu piel (además, por supuesto, de para confundir a la gente y hacerle creer que vas desnuda. No te pueden detener por exhibicionismo aunque causes la misma reacción).
Siguiendo con ropa femenina, alguien se plantea que las faldas no tienen funcionalidad y otra, siguiendo la corriente, critica los miriñaques. ¿Que no sabes lo que es? «Zagalejo interior de tela rígida o muy almidonada y a veces con aros, que usaron las mujeres». ¿Te queda más claro? Nuestra querida RAE, que no acaba de entender hasta qué nivel conocemos los españoles el léxico. ¿Zagalejo? Pues eso. Menos mal que nunca te vas a encontrar con uno.
Y, hablando de faldas, hay gente que opina que la combinación de falda y pantalón tiene menos sentido aún que las faldas. Porque…« las falda-pantalón, por un lado falda, por otro pantalón, las dos cosas a la vez no». Es un híbrido, no os metáis con él, pobriño.
Seguimos con los pantalones de algunos deportes. Desde los de voleibol hasta los de fútbol. Deberían ser cómodos y, al parecer, además de raros tampoco son muy confortables.
Alguien comenta que el chaleco, que, si lo piensas, viene a ser una camisa sin mangas que se ata. Lo que, en realidad, no tiene demasiado sentido, es verdad.
También me señalaron a los guantes sin dedos, tal vez acordándose de que siempre los llevo. Vale, a mí lo que me parecen raros son los guantes en sí. Me puse a pensar ayer, entre apuntes, y me di cuenta de que era una de las prendas con una forma más extraña. Y lo de que no sean con dedos, es porque… ehm… ¿gato con guantes no caza ratones?
El poncho, por su formita, las camisetas para hombres con «súper escote», por sinsentido, los tangas para hombres (al parecer, eso de que los hombres lleven ropa en plan mujer no cuela), el crop-top (búscalo que yo no sabía lo que era, mira que he aprendido vocabulario y todo), cualquier prenda utilizada en bondage o sadomasoquismo, los taparrabos (nunca he visto uno en «directo», qué quieres que te diga) los cuellitos para adornar camisas y el chal. Lo del chal me recuerda a las bufandas, pero lo acepto porque el nombre es como alguien que pronuncia mal la ese y quiere decir «sal». «¡Chal de aquí, mamón!».
Hablemos ahora de la coquilla, «En boxeo, karate y otros deportes, pieza que protege los genitales y el bajo vientre» (gracias, RAE). Será todo lo raro que tú quieras, pero los vídeos en YouTube de skaters sufriendo y gritando se reducirían a la mitad si llevasen esto. Piénsalo.
Mención especial para los sombreros de boda «que parecen sombrillas». Me imaginé a inglesas en la boda del… hijo del príncipe… da igual.
Como ropa completa, los trajes de cuero (¿he dicho ya que eso es piel animal? ¿Piel sobre otra piel? Ugh), el pijama cuando es de día (mis vecinos lo han debido de flipar toda su vida conmigo entonces), los vestidos con una sola manga (¿qué?), cualquier ropa de pasarela (respuesta MUY lógica, en serio, no sé si todos los diseñadores piensan en Lady Gaga al sacar nuevas prendas), el burka (me imagino que el típico azul, el que parece una bolsa de basura para algunos occidentales, resalto, subrayo, pongo en cursiva, mayúscula, ALGUNOS) y, específicamente, el vestido de Esperanza Aguirre diseñado por Ágatha Ruiz de la Prada (para más INRI, con la bandera de la Comunidad de Madrid). Pero, ojo, alguien me ha dicho que estudia en la universidad (no diré en cuál) vestido de dragón. ¿Se creerá Targaryen o qué?
Y ahora, los premios, siempre para el final:
Respuesta más traumatizante: «El pipipop». No pienso explicártelo. Lo buscas en Internet.
Respuesta más lógica: «La corbata. No tiene ningún sentido llevar colgado un trozo de tela que no sirve para ninguna función».
Respuesta más graciosa: «La más rara me parece la armadura de caballero medieval verde fosforito o transparente».

2. Prendas más incómodas
Ganan por goleada los zapatos de tacón (algunos especifican que de aguja, otros no). Pero por goleada, eh, es decir, doce personas (hombres y mujeres, especifico) consideran que son los más incómodos. Experiencia personal: una portuguesa (el dato es importante, a cualquier otra persona no le habría hecho caso) me convenció de salir un día con tacones (yo, con tacones, si me conoces es difícil imaginártelo)… al menos lo intentó. Porque acabé saliendo con mis zapatos planos de siempre. ¡Arriba la llanura, abajo la altura! ¿Es que las personas altas son más interesantes que las bajas o qué? Eso es…bajofobia. Jum. Y comentario de una encuestada al enterarse de que lo consideraban lo más incómodo: «Me alegro, porque son realmente absurdos».
Los tacones son seguidos de cerca de los sujetadores, de nuevo, con cuatro nominaciones. Eso sí, otros señalan otra ropa interior: calzoncillos demasiado ceñidos (tres personas), tanga (tres personas) y ropa interior en general (a la vez que aboga por la desnudez humana). Lo que me sorprende, pues la ropa interior debería ser diseñada como la más cómoda, no como la más bonita, porque no te vas despelotando todo el día. ¿O tú sí?
Las medias también son nombradas, porque al parecer se bajan cuando caminas (no ves, no hablo desde la experiencia). Dos personas critican eso, una tercera que hay algunas que pican, lo que nos lleva a… ¡los malditos jerséis que pican, que eso sí lo conocemos todos!
Otras dos votan por pantalones pequeños o ceñidos, otras tres personas por faldas ajustadas (y de tubo por ajustadas), pantalones de cuero, leggins de cuero (podemos ver ya que las cosas de cuero resultan raras e incómodas), otras dos por los corsés (que ya apenas se utilizan), otras dos que los petos o monos (porque si te quedan pequeño tiran de todas partes y porque para ir al baño te lo tienes que quitar entero).
Y ahora, los premios:
Respuestas más desconcertantes: «Los guantes» y «la bufanda». Si vivís en el norte, amigos míos, os debéis congelar.  
Respuesta más extravagante: «La armadura de un caballero medieval». Mira, la misma persona se lleva dos premios. ¿Quién será? Tatatatachán…
Respuesta más traumatizante: «Ropa de Miley (Cyrus)» y acompañado de una fotografía. Es decir, gracias, Hache, por traumatizarme, en serio. Gracias por mandarme una foto de esa al whatsapp. Gracias. La borré casi inmediatamente.

Y ahora, la opinión de la autora:
La prenda más incómoda me parecen los zapatos de tacón, comparto la opinión general. En algún momento comenté que «estas cosas las tiene que haber inventado uno de la Santa Inquisición».
La prenda más rara los guantes, ya lo dije. Os doy un plus y os adelanto que la prenda de ropa que más me gustan…¡son las capas! ¿Que es muy de siglos pasados? Yo no tengo la culpa de que la moda me odie. En realidad, el odio es mutuo. Pero yo quiero mucho a la capa de Drácula que tengo en casa. Es una de las cosas más calentitas del armario.

PD. La fotografía es la ropa más rara que tengo en mi armario asturiano. En el cántabro tengo una capa incluso. Aquí soy más normal. Seguro que te estás riendo.
PD2. Gracias a todos los que me respondieron. Sin vosotros, esta entrada es imposible. ¡Sed felices!

14 ene 2014

La ladrona de libros te está esperando…y la muerte quiere narrarte su historia (páginas imperdibles)

Aprovecho ahora para recomendaros el libro en el que se basa la película recién estrenada de La ladrona de libros. Si tienes curiosidad, sigue leyendo, que no hago ningún spoiler, al menos no te destaparé el final, ni las sorpresas. Si eres más de imágenes y quieres ir a ver la película, adelante, está bastante bien conseguida. Y ten en cuenta que esto no es una crítica profesional. Es un elogio singular.
Estaba en una librería cuando La ladrona de libros me miró. Me llamó la atención. La cubierta me sonrió. Su tacto fue fino, sus enigmáticas palabras atrapaban la curiosidad. El título me cautivó del todo, pues aquello ya me sonaba de algo. Viejas historias familiares de una amiga de un primo del abuelo de no sé quién que trabajaba en una biblioteca y sacaba a escondidas los libros para leerlos luego a la luz de una vela. Los ladrones de libros son más interesantes que los demás. Roban palabras, sabiduría y sentimientos. Roban humanidad. Y el libro me parecía susurrar: «Soy una buena inversión, cien veces me abrirás acariciando mis páginas, cien veces volverás a sentir lo que los personajes sienten, cien veces volverás a descubrir a esta ladrona una vez más».
Como nuestra querida ladrona, Liesel Meminger, vive en la Alemania nazi, algunos libros se los arrebatará al fuego. No me digas que con este dato no te cae ya bien. Robar libros al fuego es salvar al mundo, quemarlos es en sí mismo una maldad. Es quemar los sueños de aquellos incautos que creyeron que a las palabras escritas no se las lleva el viento.
Cuando recomiendo el libro y me preguntan que si va de nazis, no sé si responder si sí o no. Digamos que es el telón de fondo. En realidad, lo importante es la ladrona, su aprendizaje, sus amigos, su crecimiento como persona, el sufrimiento, la alegría, las tardes en las que roba frutas, los días en los que escucha el acordeón. Los nazis son los causantes de las penurias, pero la belleza del libro no reside ahí. No es un libro prototípico de nazis. Es un relato que va mucho más allá.
Si me preguntas por qué, bueno, por empezar la narradora es la misma Muerte. Y te aseguro que nunca has visto a la Muerte así, como un ente que quiere ser amable, que recoge almas con delicadeza, que aspira aromas y guarda colores, que considera que cada vez que un humano muere se produce un ocaso en el mundo. De repente, las muertes se vuelven trágicas y poéticas, se vuelven literarias, te puedes echar a llorar y te pueden conmover el corazón, aunque sea la propia Muerte quien las arrebate.
Al parecer, la Muerte sabe narrar magistralmente las vidas de las personas. Va dejando migas de pan de lo que ocurrirá más adelante, migas que te dan hambre en vez de destriparte el final. Lo llena todo de metáforas nuevas y relucientes, conmovedoras, de una capacidad increíble para humanizar personajes dando unos pocos detalles de ellos, para atraparte y conseguir que Liesel parezca una vieja conocida.
Con la pequeña Liesel podrás aprender palabras sueltas en alemán, tal vez los insultos prototípicos que Rosa Hubermann, los tabúes que los nazis intentaban ocultar. Tal vez podrás aprender a ligar cigarrillos con Hans Hubermann, a no perder la esperanza con Max, a seguir a los ídolos que quieras (diga lo que diga el gobierno alemán) como hace Rudy.
Tal vez serás capaz de comprender la vida de otra manera. De aprender a luchar con palabras. Tal vez puedas ver que ellas son capaces de hacer que los cautivos, los marginados, los escondidos, los débiles, los asustados, todos puedan sobrevivir un día más, aunque sea en una fría oscuridad. Porque dentro de la historia de la ladrona hay otras historias que se entremezclan, anécdotas y relatos escritos prohibidos, buscados, escondidos, censurados.

No sé qué más decirte. Que lo tienes que leer despacio. Que lo tienes que saborear. Yo lo leí en noches consecutivas, a la luz de una lámpara, tirada sobre mi cama, mientras la oscuridad me recordaba al sótano en el que la ladrona de libros te está esperando para enseñarte a soñar…