La chica tuvo
que dejar de leer la novela justo en el momento en el que uno de los
protagonistas caía de rodillas en la nieve. Le dio la impresión de que se había
sumergido con él, pues sentía el cuerpo frío por el viento, pero ardiente por
el sol. El hielo puede cortar tanto como el fuego, las sensaciones se mezclan,
el calor se convierte en frío o el frío en calor. La cegadora luz del sol le
impedía leer en unas páginas tan blancas, y el personaje se quedó de rodillas
en la nieve mientras ella se dejaba vencer por los rayos.
Morgan estaba
saltando de un lado a otro, sin alcanzar nunca su objetivo. La chica pensaba en
cómo sería esa presa desde los ojos de la gata, pero dejó de pensar en el
insecto y se centró en el pelo reluciente que el animal tenía en el pecho. Sus
ojos azules habían cambiado de presa al ver que la abeja se alejaba volando
hacia el cielo; se centraban en un saltamontes que intentaba escapar entre la
hierba. Morgan, de todos modos, no lo mataría: era piadosa o demasiado torpe,
eso la chica nunca lo sabría.
PD. Lo único importante era saber escribir cualquier cosa sobre algo cotidiano. Y ponerle un título raro. Conseguido entonces.