29 jul 2014

Pequeña razón por la que sirve estudiar filología hispánica

Cuando iba al instituto estaba bombardeada por las frases de profesores que decían cosas como «¿Pero vas a desperdiciar tu inteligencia en letras?», pero digamos que había otros explosivos más extraños aún: «¿Vas a estudiar español? ¡Ya sabes español!».
Lo único que se me ocurría decir era: «¿Vas a seguir viviendo? ¡Si ya has vivido! ¿Vas a venir más al instituto? ¡Si ya has venido! ¿Para qué estudiar más matemáticas, si ya sabes sumar, restar, dividir y multiplicar?». Me acusaban de llevar la cosa al extremo, porque «vivir», «ir al instituto» y «aprender matemáticas» «servía para algo» y, obviamente, estudiar lo que yo quería «NO».
Les intentaba explicar eso de que para escribir bien hay que saber español (no digo ni tan siquiera bien ortográficamente, sino sintácticamente o con estilo). No me entendían. Les explicaba que hay que comprender ciertos mecanismos del idioma para que tu interlocutor no se quedara con cara de idiota. No lo entendían. Para todos aquellos que no lo entendían, tengo preparadas dos anécdotas para dejarlos con cara de idiota.
El otro día, paseando por la Magdalena, en Santander, me encontré con el ejemplo necesario. Lo importante es que el siguiente párrafo lo leas de una vez, como se deben leer los textos informativos que deberían ser, sí, fáciles de leer. Así que atención:
«Mascarón de proa original de la Marigalante, que fuera construida en Alvarado, Veracruz, México, en los años 1980-1987, rememorando la que perteneció a Juan de la Cosa, cartógrafo del primer Mapamundi incluyendo América, realizado en el año de 1500, embarcación que se hundiera en Haití el 25 de Diciembre de 1492, comandada por Cristóbal Colón, con el nombre de Santamaría. Regresó a su casa Santoña, Cantabria, 500 años después para homenajear así a tan egregio marino».
Problema según mis amigos criptofilólogos: aposiciones asfixiantes, demasiadas comas (asombrados de que eso pudiera estar esculpido en bronce. Su consejo: releer los textos antes de hacer esto). Voy a intentar redactarlo de nuevo para que se entienda algo mejor:
«Este es el mascarón de proa original de la nave Marigalante, construida en Alvarado (Veracruz, México, 1980-1987) para rememorar la que perteneció a Juan de la Cosa, cartógrafo del primer mapamundi (realizado en 1500). La embarcación de De la Cosa se hundió en Haití el 25 de diciembre de 1492, comandada por Cristóbal Colón con el nombre de Santamaría». Y… regresó a su casa Santoña, Cantabria, 500 años después para homenajear así a tan egregio marino [esto hay que explicarlo mejor].
No entendía la última oración, pues seguí este razonamiento:
1.¿Quién vuelve 500 años más tarde? ¿Juan de la Cosa? No tiene sentido.
2. ¿La Santamaría? No, porque se hundió.
3. ¿La Marigalante? No, porque es un barco 1987 y eso no nos deja 500 años por medio. El error está aquí: El Diario Montañés explicó que «la nave ‘Marigalante’ […] cinco siglos después retornaba, en la mañana del 22 de noviembre de 1987, a su punto de origen, gracias a la gesta del navegante y aventurero cántabro Vital Alsar». (Enlace: www.eldiariomontanes.es/v/20121125/region/otras-noticias/bienvenida-casa-marigalante-20121125.html). No es el mejor verbo aquí: la Marigalante, aunque era imitación de la Santa María, no era esta, por lo tanto nada pudo regresar en realidad 500 años más tarde. Con licencia poética, si se la queremos dar a los periodistas, sí.
Otro ejemplo perfecto me fue proporcionado al ir una tarde con amigos para bañarnos en un río. Fue Ángela, creo recordar, la que me señaló un cartel riéndose de lo que ponía. Y esto era, amigos, «Prohibido defecar perros». He aquí la imagen.
El genio que puso el cartel no se paró a pensar en que «defecar» es un verbo que se utiliza como transitivo, es decir, que puede poseer un complemento directo. Al poner «perros» detrás, un hablante de español entenderá que es su complemento directo o, como diría cualquiera, que está prohibido «cagar perros». Cagar cualquier otra cosa no conlleva la sanción de cien euros.
La cuestión es que el cartel intenta indicar que los perros no pueden defecar. Sin embargo, no se han dirigido ni tan siquiera a ellos (por ejemplo: «Perros, prohibido defecar») ni a sus dueños («Prohibido que los perros defequen»), sino a cualquiera que, al parecer, pueda defecar perros.
Ejemplos extraños de utilización del lenguaje hay muchos, pero de estos tengo pruebas. El problema, más que el segundo ejemplo (que para mí es cómico, pero se entiende), es aquellos textos que son ininteligibles, como ocurre con el primero.
Para entendernos, señores, es para lo que sirve estudiar español. Gracias por leer esto. Gracias por haberlo entendido.

PD. Que nadie se sienta herido. Cada cual utiliza el español como quiere. Incluso el que esculpió esas letras en la Magdalena. Solo apunto que, quien quiera ser comprendido sin esfuerzos, debe ser algo más cauteloso. Si le da igual, da igual.


1 jul 2014

Breve crítica a los profesores desalmados

Si alguna vez doy clase y comienzo a insultar o criticar destructivamente a mis alumnos, quien lea esto tendrá el derecho de darme una bofetada si anteriormente me avisa de lo que estoy haciendo y no reacciono.
Los profesores son aquellas personas que te deben acompañar y guiar en el aprendizaje porque, que yo sepa, no se nace sabiéndolo todo. Eso sí, hay profesores que consideran que esto que acabo de decir es falso, profesores que consideran que si no lo sabes todo no es por culpa de tu educación anterior, que puede haber sido realmente desastrosa, ni culpa de que seas humano (los humanos no tenemos una memoria perfecta ni nos coordinamos siempre al cien por cien [el que jamás se haya caído que tire la primera piedra], ni tan siquiera podemos razonar siempre bien [por cansancio, emociones o despistes, qué más da]). Para algunos profesores, lo haces mal porque eres idiota y torpe y no has estudiado lo que, por cierto, ni tan siquiera sabías que existía. Y no hablo solo de profesores de colegio, instituto o universidad, sino de coche y cursillos también. 
El coeficiente intelectual varía de una persona a otra, pero alguien con uno muy alto puede ser un desastre en ciertos ámbitos. Pues bien, señores profesores, si somos un desastre, seamos inteligentes o no, no hace falta que empleen las palabras y expresiones «es un horror, desastre, horrible, fatal, impresionantemente mal, eres un peligro, horroroso, horripilante, bufbufbufmadremía». Si a un alumno le señalas que algo está mal, ya pilla la «indirecta» (intento pensar que están creyendo que «está mal» es un indirecta y que creen decir lo mismo, pero directamente, con palabras «horripilantes», aunque a mí me parece añadir un toque de desprecio innecesario). No hace falta introducir más adjetivos negativos, casi todos sinónimos, poniendo la zancadilla al alumno para que pierda el equilibrio de sus emociones y de su alma. No hace falta ponerlo en evidencia delante de todo el mundo diciendo que es un «inútil», sino señalar los errores cometidos de forma suave para no asustar al alumno del fondo que agacha la cabeza por la timidez y el temor que tiene a preguntar sus dudas.
Cuando un profesor es agresivo, los defensores dicen que es «autoritario» y que tiene «problemas personales». Si un alumno se comporta como él, es un maleducado que comete mil millones de errores y falta el respeto. La autoridad, señores, no da pie a tratar peor a los que están por debajo, ojo, pues esos a los que pisotean siguen siendo seres humanos con sentimientos, no piedras.
Los profesores deberían motivar, no desmotivar a sus alumnos con humillaciones innecesarias. Si tienen un torpe delante, como yo, que inspiren y espiren y piensen en ellos mismos cuando no sabían todo lo que saben hoy, a ver qué tal les iba, a ver si se metían con ellos injustamente aunque se esforzaran por aprender.
Ojo, profesores buenos también hay: bromistas, los que ponen tanta pasión que te arrastran detrás de ellos, los que piensa cómo mejorar sus explicaciones, los que se quedan noches trabajando para sus alumnos, los que dan ánimos. Sin embargo, esta entrada odiosa va para los desalmados: los que no tienen alma y prueban a ver si la de sus alumnos es redonda y con una patada puede rodar como un balón.
Notita maléfica: Si os metéis con alguien puede que en el futuro sea vengativo, o que tenga poder y se niegue a ayudar por los desprecios que hicisteis. Cruzad los dedos para que vuestros alumnos tengan alma y ética.

Atentamente y sin cariño, El Karma.