18 abr 2016

El juego del lenguaje

Ayer por la noche (en realidad hoy, a las doce en punto) volví a pensar en escribir algo sobre la lengua debido a una conversación que tuve en Twitter. Puede que no os interese el tema, pero es mi blog, mío, así que aquí he vuelto. La cuestión es que llevaba un tiempo pensando que la lengua era como un juego, un juego en el que si no te sabes las reglas hay jugadores que se van a reír de ti. Así que venga, comencemos por esa idea de que la lengua es un juego.
Pensé esto porque la lengua tiene normas, reglas, esas cosas que dice la RAE y el resto de academias de la lengua de diversos países de América. La lengua tiene reglas, ¿pero por qué? Un filólogo (al menos eso creo) diría que es algo para mantenerla unida, para que no se diversifique y así se pierda, para que resista al tiempo o para que los hablantes se entiendan. Aceptable. Pero yo ahora voy a decir que tiene reglas porque funciona como un juego.
Para poder jugar bien a un juego tienes que jugar con las reglas establecidas, siempre y cuando no lo hagas con tus amigos y ellos acepten tus reglas, claro. Tus amigos y tú podéis añadirle reglas al UNO que lo hagan más divertido. Es más, en cada lugar las reglas pueden cambiar, y puede que te guste así más el juego. Lo que ocurre es que si hay un torneo de tal juego, hay que jugar con las reglas establecidas.
En el colegio te enseñan a jugar con tales reglas y es lo que se califica: sabes jugar bien con tales reglas, sacas buena nota. En tu casa, por otra parte, y en cualquier ámbito no oficial, cada cual debería poder jugar como le dé la santa gana. Jugar a tu rollo te hace libre y te identifica, y nadie puede imponerte unas reglas que no quieras aceptar, al menos no en el ámbito privado. La cuestión es que en ámbitos oficiales ya sabes, es como un torneo, hay que seguir unas normas.
Esto me lleva a pensar que en realidad Internet no es un ámbito oficial, y las reglas del juego pueden cambiar y los jugadores pueden entenderse entre sí de todos modos. Por otra parte, la literatura tampoco tiene por qué ser un ámbito oficial. Yo elijo escribir así para que me sigas bien, pero si quieres ser confuso, adelante. Y qué puñetas, si quieres jugar con las reglas de la gente de tu zona, adelante. Estás en tu derecho. Como si haces malabares jugando al UNO, a mí qué me cuentas.
Sin embargo, bueno, sabemos que en los juegos muchas veces nos encontramos con un jugador que tiene que quedar mejor que el resto, el que es muy tiquismiquis y se ríe de ti porque utilizas unas normas distintas. La cuestión es reírse de la gente por cualquier motivo y, oh Zeus, resulta que juegas con una carta menos (porque no diferencias la carta «s» de la carta «c»), así que muahaha me voy a reír de ti porque soy un norteño que wooooh, las diferencia. De ese norteño a la vez se ríe otra persona porque el norteño citado confunde las cartas de objeto directo con las cartas de objeto indirecto. Y así unos se ríen de otros en un un ciclo sin final que eterno es (sí, Pocahontas).
Los jugadores tiquismiquis, por otra parte, se parten el culo de risa con las personas a las que no les han enseñado esas reglas. Tal vez porque han tenido que trabajar toda su vida y no han tenido tiempo para esas cosas, pero claro, jajaja, eres un inculto. Y en vez de enseñar reglas, atacan. Porque atacar es algo del ser humano, la naturaleza, la maldad, pero habíamos quedado en que yo hablaba de la lengua y no de filosofía.
Inciso en el que digo: «Siempre que hablo de la lengua tengo miedo de que los filólogos me coman con patatas. Fritas».
Llegamos a otra clase odiosa de jugador, que es aquel que odia el ajedrez y quiere imponer las damas (o es que odia una lengua minoritaria y quiere imponer una de mayor prestigio). Porque las damas son mejores y sabe jugar a ellas un mayor número de personas. Claro, a los que organizan torneos de damas les interesa que levante más pasiones y haya más jugadores de damas que de ajedrez, porque así venden libros de las damas, y harán competiciones de damas, y sacarán dinero de las damas, porque las damas molan y el ajedrez es un juego de mierda. Los jugadores dan un poco igual y si se pelean entre sí mejor, que impongan las reglas de las damas y que jodan a los del ajedrez
Resulta que estos jugadores a veces manipulan y dicen a los jugadores de ajedrez que en realidad juegan una variante de las damas y que se tienen que adaptar a ellas, porque las damas es la forma correcta de jugar al ajedrez. Aunque sean dos juegos distintos. Aunque cada jugador debería poder elegir a qué juego jugar. Ajajaja. Y llegará quien diga que el ajedrez es un juego de palurdos y que ese juego empaña la memoria de su padre que siempre jugaba a las damas, porque claro, el ajedrez es una mierda. Si lo digo así suena muy estúpido, ¿¡cómo que el ajedrez es una mierda!? ¡Si es un juego antiguo! ¡De estrategia! Bueno, pues como las lenguas machacadas. Las lenguas no son nuevas y no funcionan aleatoriamente, amigos míos.
Y nada, esas son conclusiones mías después de tres años y medio de carrera. No tengo el título y no podéis acusarme de ser un filólogo equivocado, chincha revincha. De hecho, la autoridad que me da haber estudiado durante tres años y medio la lengua española en las redes sociales es la misma autoridad que tiene mi gata. Así que ya sabéis. Esto en realidad lo ha escrito Morgan. 

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