NOTITA: Lo que le falta a este blog es esa pastelosidad no demasiado propia de mí. Antes de vomitar arcoiris, cerrad la página. Hace tiempo que lo escribí, y que nadie se dé por aludido. Fin.
I. Esperanza
Hoy los astros
se han alineado a mi favor. Han creado un sendero de luz sólo para mí. La vida
ya no es un vacío, un hueco. Irradia algo inefable, tal vez entusiasmo,
esperanza, el inicio de una gran aventura.
He vuelto a
sentir la compañía de otras personas, he visto la verdad reflejada en sus ojos
y por una vez esa mirada penetrante ha ido acompañada de palabras. Es el premio
que he recibido por dar un paso, un pasito pequeño y acobardado, que quería de
todos modos llegar al final de su recorrido.
¿Que si me
aprecia? Y yo qué sé. Eso sólo me lo va a decir el tiempo, o tal vez sus
escritos. Me gustaría poder encontrar en ellos a mi persona, pues en los míos
ya aparece ella. Quiero apropiarme de ese corazón que escribe tan bella prosa,
y yo a cambio le entregaré mi alma. Entonces, tal vez, estaré segura de que me
ama.
¿Que si estoy
loca? Te equivocas. No hay locura en intentar creer que tus sueños pueden
volverse realidad. Que por fin te encontré, personita, que podré perderme entre
tus cabellos, que podré abrazarte, sentir tu calor y velar tus sueños. No hay
nada extraño en eso. Tal vez algo doloroso si descubro que no eres quien creo.
¿Que qué
espero? Sólo que me sepa aceptar. Que llegue a comprender retazos de mi
existencia, que sonría al verme feliz y no sufra demasiado al verme llorar.
Espero sentir sus labios, espero un mañana en el que su alma esté conmigo
siempre.
¿Que qué creo
que pasará? Que pasará, que me olvidará, que la olvidaré y volveré a mi
pesimismo taciturno de siempre. Y, por lo menos, tendré la certeza de que lo
intenté, de que no fui cobarde como siempre sino que supe sacar las fuerzas que
no tengo para decirle «te quiero».
II. Dudas

Y tengo miedo,
no lo niego, de descubrir que me confundí leyendo tu mirada y que de mí no
quieres nada. Ya me siento desolada por investigar, por comprobar que una vez a
un hombre le entregaste tu corazón y que tal vez no te lo devolvió. Ya estoy
sufriendo por adelantado, como una idiota, por si no puedes amar a otra mujer.
¿Pero qué puedo hacer?
Puedo intentar
ganarme tu confianza y amistad, puedo entonces preguntarte cosas que tardaré un
año en pronunciar, puedo declararme, puedo caerme en un pozo del que espero que
me sacarás.
Pero lo veo
difícil, inútiles los intentos, vagas las posibilidades. ¿Por qué, por qué me
tuviste que mirar, por qué yo también te observé, por qué me adelanté yo a
saludarte con una excusa falsa, por qué abandoné el grupo para seguirte, por
qué me encontraste, por qué te respondí a su vez?
Ya he
descubierto que te amo sin conocerte. Por todos los dioses, hace poco que hablé
contigo y ya estoy así. No quepo en mí. Deberías ver mi amor en mis ojos, ¿no
dices que no hacen falta las palabras? Tú que tan bien conoces el poder de
ellas, sólo necesito que me digas dos para dejar de sufrir, para poder volver a
vivir. Acaso tres, si la oración es negativa, que aunque dolerá el tiempo lo
curará.
Ay, tú, amada,
que nunca llegarás a leer esto. Tal vez yo ni siquiera lo intente. Haz un
esfuerzo, por favor, y déjame las cosas claras. Envíame alguna de tus palabras.
III. El final
«Mientras el
corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!» dijo Bécquer ya tiempo atrás.
Pues no lo
niego, pero afirmo que eso algo duele. ¿Que por qué digo eso? Escucha. Tenía
una esperanza firme puesta en alguien (ahí estaba mi corazón) mientras mi
maldita razón (ahí la cabeza) susurraba que para ella no había solución (y no
la hubo).
Ah, delicada
fue como una brisa, sin querer dañarme. Y lo que me dijo, realmente, dolerme no
me dolió. Pero sí la certeza que luego me asoló. Que Fir es la única que estará
conmigo siempre y que a ningún lugar va mi vida demente.
«¡Tiempo al
tiempo!» repite Urano.
«¡Tiene
razón!» ella corroboró.
Ah, malditas
almas, desperdicio mi vida esperando, a ratos buscando personas inexistentes
que vagan por mi mente.
«¡Para Sar!»
me dijo Fir.
«¡Idiota Sar»
el inquilino debió de decir.
¿Y qué hago
yo?
Tralará,
tralará, tralará.
Me escondo.
Corro.
Huyo.
Miro
alrededor.
Desaparezco.
No, ella no
mintió. Sabe interpretar las miradas y ver la verdad. Fui yo la que se
equivocó. Azeus.
Las dos primeras partes están muy bien redactadas,mientras que la ultima la has hecho de forma distinta (no mal). Sin embargo en todas ellas plasmas muy bien la realidad, los sentimientos, la ilusión, los sueños, el pánico, el dolor, el sufrimiento... y es gracias a ello lo que le da grandeza al texto.
ResponderEliminarSolo decirte que el texto es genial y me atrevería a decir que el mejor de los que he leído en este blog (pero es mi opinión eh).
Un beso! :)
Gracias por comentar y por tu crítica tan positiva ;)
Eliminar