El soldado del
infierno,
entre un gran
fuego rojo y cegador,
camina sobre
las tumbas de víctimas
odiadas sin
compasión.
El soldado del
infierno,
sin detenerse
apenas a pensar,
muestra sus
blancos dientes afilados
con los que
aprendió a luchar.
A dentelladas
le llega
la furia de su
rojo corazón,
corazón que
tiene roto y ajado,
y que perdió
en un rincón.
A dentelladas
camina
lentamente y
mirando alrededor
sin ver que él
es a la misma vez
la víctima y
el matador.
El soldado del
infierno
pide con los
ojos salir de allí,
pues sus
muchas víctimas se levantan
y lo intentan
perseguir.
El soldado del
infierno
no vive en la
casa con Satanás,
habita en los
estados democráticos
de un mundo
para olvidar.
Los soldados
del infierno
pueden ser
ateos o no,
pero todos
imploran a Dios
que los
perdone por tanto dolor.
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