El sol
brillaba con fuerza en lo alto del cielo. Sus rayos se filtraban entre las
hojas de los árboles centenarios, dando al bosque tonalidades doradas.
Mis compañeros
de clase decidieron descansar bajo la sombra de los castaños. Sus ramas aún
conservaban diminutas gotas de agua del rocío.
El aire era
frío y los pájaros piaban sin cesar. Se oía en la lejanía el rumor de un
pequeño riachuelo que saltaba entre las piedras y las hojas que resbalaban
perezosas por todo el bosque. Me quedé observándolas.
Un escalofrío
me recorrió la espalda. Había una extraña quietud en aquel santuario de paz que
me perturbó. No era del todo normal. Se podían escuchar incluso las pisadas de
mis compañeros sobre el mullido suelo. Cerré un momento los ojos. Entonces oí
una respiración agitada a mi alrededor.
Me reuní
rápidamente con el resto y me coloqué en medio del grupo. Tenía la esperanza de
que sus conversaciones banales me calmaran. Pero me llegaban lejanas,
distantes, incluso las explicaciones del profesor eran débiles. Sólo oía la
respiración.
Levanté la
vista y pensé con frialdad. Era sólo una sensación. Nada podía pasarme rodeada
de amigos a plena luz del día.
Se me cayó la
bolsa de castañas que había empezado a llenar y entonces lo vi.
Una extraña
sombra se movía entre los árboles. Cuando pasó por delante del profesor se
desvaneció como el humo.
Un sudor frío
bajó por mi espalda. No grité, no me moví, simplemente me quedé paralizada
mirando el lugar en el que había desaparecido. Entonces noté cómo alguien se
acercaba a mí.
-Eh, ¿estás
bien? Te veo pálida.
No contesté.
Cerré los ojos de nuevo y me senté sobre las mullidas hojas.
-¿Estás
enferma? ¿Te encuentras mal?
Enfermedad…tal
vez era eso lo que me devoraba por dentro y me hacía tener aquellas visiones.
Oí como mi
compañero llamaba al profesor y este vino corriendo. Me puso su mano sobre la
frente. Una mano fría, muy pálida, poco…humana.
Me levantó. Me
temblaban las piernas de miedo. Lo miré asustada y comprobé que sus ojos, antes
azules, ahora eran completamente negros como el azabache.
Quise zafarme
pero algo me lo impidió. Una pesadez invadió mi cuerpo y mis músculos no respondieron.
Por unos instantes se me olvidó lo que ocurría realmente. ¿Dónde estaba? ¿Era
todo aquello real? ¿En qué momento de mi vida me encontraba?
Mi angustia
creció por momentos. Me llevé la mano a la cabeza. O al menos lo intenté.
Sentí como caí
en el agua y me hundía en ella. Vi como la sombra salía del profesor y me
siguió a las profundidades. Percibí como entraba en mi ser. Era fría. Me nubló
la vista y me desmayé.
Pero noté
entonces como una mano tanteaba en el agua. Me agarró de la camisa y tiró de mí.
Caí en la superficie de un charco de barro. Me sentía sucia, mojada…y demasiado
diferente.
Varios
estudiantes se acercaban mientras yo intentaba descubrir cómo había llegado
hasta ese riachuelo. ¿No había oído su ruido como lejano? No entendía nada.
-¡Esa cosa es
tuya!-exclamó uno de mis compañeros sacando su móvil.
-¿Q-qué?-balbuceé
aturdida.
El profesor
miró a su alrededor extrañado, seguramente preguntándose cómo había llegado
hasta allí.
-¡Posee a las
personas con su sombra! ¡Es bruja!
-No estamos en
la Edad Media, no existen las brujas- contestó el profesor sin saber de lo que
hablaba realmente.
Con esa
conversación se entremezclaba una voz que me instaba a irme de allí. Me elevé
unos palmos del suelo. Los alumnos me miraron aterrados mientras llamaban a la
policía. Entonces volé.
Sobrevolé el
bosque aterrada, observando las gotas del rocío. Subí hasta las nubes, acaricié
su textura etérea y escuché el gemir del viento. Pero también oí gritos y
sirenas de policía.
Los cuerpos de
seguridad habían llegado al bosque y observaban el cielo. Atisbaron mis ropajes
negros y con sus calculadoras miradas reflexionaron sobre a dónde podía ir para
esconderme.
Me deslicé
sobre gélidas corrientes de aire y me dirigí hacia el hotel de mi tío.
Minutos más
tarde ya estaba allí. Me mezclé entre las limpiadoras y me puse una de las
impecables batas blancas. Caminé durante horas por los largos pasillos,
interminables, sobresaltándome con cada sombra, con cada persona.
Mis pesadillas
se volvían realidad. La misteriosa sombra habitaba ahora en mí y me había dado
el poder de volar.
Me atemorizó
un gato que encontré a mi paso. Lo observé y decidí acariciarlo. Ronroneó de
una forma extraña. Levantó la cabeza y me miró con sus ojos…rojos.
Un maullido
estremecedor salió de su garganta y a los poco segundos dos policías
aparecieron a cada extremo del pasillo, cortándome el paso. Comprendí entonces
que el gato no era un gato. Era un robot.
Los dos
hombres me apuntaron con sus pistolas y me mandaron rendirme.
-¡Soy yo, la
misma de siempre!-exclamé.
-No nos
mientas. Podemos ver tus ojos.
-¿Mis ojos?
A mi izquierda
había un espejo. Mi imagen se reflejó en él. El pelo castaño alborotado, la tez
pálida y mis ojos verdes… negros como la más oscura noche.
-¡No!
Me incorporé
en la cama y me volví a tumbar rápidamente, mirando las sombras de mi
alrededor, temiendo un ataque. El sudor bajaba por mi frente y había empapado
mi pijama.
Respiré
profundamente y reuní el valor necesario para acercarme a la mesa de estudio
para encender la luz. Las sombras se desvanecieron.
Mis ojos se
acostumbraron rápidamente a la nueva claridad y registraron mi habitación.
Ninguna sombra moviéndose, ningún policía armado.
Agarré mi
bolígrafo y escribí con fervor durante un buen rato. Algo más tarde, mi sueño
estaba impreso en el folio. Negro sobre blanco. Tinta sobre papel.
Lo leí para
disipar mis miedos, pero otro más racional se apoderó de mi alma. En mi
pesadilla, mis amigos me traicionaban llamando a la policía.
Esa noche
descubrí mi verdadero temor. La traición me aterrorizaba. Una puñalada de
alguien de confianza.
Cogí el
diccionario y busqué una palabra.
Amistad tenía
un significado hermoso. Demasiado subestimado hoy en día.
Esa madrugada
me prometí a mi misma distinguir a los buenos amigos de los falsos, para que
mis pesadillas no me volvieran a atormentar.
Sinceramente, se supone que debo escribir una crítica constructiva acerca de los escritos anteriormente leídos. Aunque... Las críticas no son mi fuerte y para mí no hay nada criticable, sólo aspectos destacables tales como la fragilidad, la admiración, el amor, la magia y la pasión por lo que hace, por la escritura, por las palabras.
ResponderEliminarA mí, en lo particular ambos escritos me encantan... Y alguno más que he leído, también.
(A quienes lean esto, aprovechad a leerlo ahora que es gratis, antes de que brille cual estrella en el mundo de la escritura y nos cobren 20€ por libro. Es un consejo. )
En fin, no llega ni a crítica pero sí a comentario. ¡A seguir escribiendo!
Aquí ya tienes a una seguidora/admiradora/sinónimo que desees aplicar a mi persona.
Tú practica en las críticas, que se te quedan en alabanzas. Ya subiré otros escritos peores, así te lo pondré fácil. Necesito saber en lo que fallo. Todos ya me dicen en lo que acierto jajaja.
EliminarPracticaré. Sólo un comentario: No son alabanzas. Son realidades.
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