La capitana
miró por tercera vez al vacío y comprobó que la nave de la salvación aún no
había llegado, pero el sonido de su despegue era ya audible. Intentando
tranquilizar a las novatas, comenzó a arengar a las otras gotas:
![]() |
Fotografía de la nave de la salvación |
—Caballeras,
no somos damiselas en apuros. Nadie nos va a rescatar. Tenemos el futuro justo
a nuestros pies y debemos luchar por él. Todo saldrá bien si mantenéis la
formación serpiente: no intentéis agolparos en la llegada, o haréis que otras
salgan despedidas. Id siempre hacia la bondad blanca, huid del peligro de las
rejas negras que nos separarían y nos acabarían diluyendo en agua, o peor,
vaporizándonos. Nadie sabe qué ocurre más allá del blanco. Sin embargo, sí
sabemos qué ocurre en él: la comida y la bebida siempre están seguras.
¡Luchemos, compañeras, por la supervivencia! ¡Saltad… AHORA!
Las gotas
salieron despedidas de la máquina de refrescos del cine formando un perfecto
chorro que se estrelló contra el fondo blanco del vaso. Algunas de ellas
perdieron a sus amigas más allá del recipiente: oyeron sus gemidos al salpicar
lugares inentendibles para ellas. No lloraron; debían mantenerse unidas, debían
resistir hasta que la tapa de la esperanza las dejara encerradas en aquel
lugar. Las que habían aprendido el lenguaje de los humanos eran capaces de leer
lo que ponía en la parte superior de la nave de la salvacion: «Food Safe».
Todas
respiraron aliviadas cuado el dependiente dejó el vaso sobre la barra. Algunas
miraron con tristeza a las que seguían allí, intentando olvidar a las que
quedaban atrás. Sin embargo, algunas gotas de agua de condensación suicidas
comenzaron a descender por el exterior, gritando consignas libertarias,
intentado salvar a las gotas de Coca-Cola que jamás podrían volver a la nave.
Los quejidos desaparecieron cuando una mano hizo zarpar al recipiente.
![]() |
Detalle de "Food Safe" |
El hombre
salió del lugar con rapidez, cruzó la calle y entró de nuevo en el estudio,
tendiéndole el refresco a una técnico de sonido. La mujer se lo agradeció sin
quitarse los cascos de música y dio el primer sorbo. Ella no lo oyó; sin
embargo, Dan Reynols se volvió de inmediato preguntando si alguien había oído
un pequeño gritito. El resto del estudio negó con la cabeza. Las gotas supervivientes
habrían asentido si hubieran tenido fuerzas: se acababan de dar cuenta de que
su enemigo mortal, un animal de imparables jugos gástricos, las iba a
descomponer.
—¿Seguro que
no habéis oído un grito?—volvió a preguntar el cantante. Ante la negación de
todo el equipo, se encogió de hombros—. Tal vez es que esta canción necesita un
efecto de sonido así.
La técnico de
sonido siguió bebiendo su Coca-Cola hasta que la terminó y la tiró en la
papelera. Las gotas moribundas intentaron huir de la nave maldita. La mujer,
por su parte, escribió en su cuaderno de notas: «Se añade un sonido rítmico
parecido a un pequeño grito a la canción “I Bet My Life”».
Escrito en Whatsapp entre las 22:13 y las 22:27.
Escrito en Whatsapp entre las 22:13 y las 22:27.
No hay comentarios:
Publicar un comentario